Gestión Valdigal

Fundada en 2007

Para los propietarios de Gestión Valdigal, Leandro Sánchez y Pedro Oliveros, en Toro, el vino no es ni un negocio, ni una obligación, sólo pura diversión. Los responsables de Valdigal se reconocen como unos aficionados. «Pero a mucha honra», asegura Leandro Sánchez. Ambos tienen sus ocupaciones profesionales y el vino es, por ahora, una afición.

No se plantean otro objetivo que hacer un buen vino, de los situados por los profesionales en el selecto grupo de los gama alta, y disfrutar con el proceso de elaboración.

Porque a ambos, lo que les va no es hacerse bodegueros de éxito sino pasárselo bien cuidando sus viñedos, disfrutar vigilando de cerca la fermentación y mimando el vino en sus coquetas salas de envejecimiento. A corto plazo no hay otra meta que sacar de las barricas un caldo «que esté muy bueno», señala Leandro Sánchez. A medio plazo, y eso significa hablar de unos cuantos años, lo ideal sería aumentar un poco la producción e intentar colocar unas pocas botellas en lugares muy selectos y muy bien controlados. «No descartamos vender nuestros vinos, pero ese es por ahora un objetivo secundario », aseveran.

Con estas premisas, para encontrar el origen de Gestión Valdigal no hay que rebuscar en familias vinateras, ni en inconfesables intereses empresariales. «Solo éramos dos amigos dispuestos a hacer realidad su sueño de tener una bodega », afirma Leandro Sánchez.
El primer paso fue rehabilitar un viejo caserón toresano. Bajo tierra, a más de diez metros de profundidad, recuperaron las salas de una vieja bodega a la que dotaron de un elemento imprescindible, un montacargas. «A estas profundidades, con unas escaleras angostas e incómodas, era obligado instalar un ascensor que nos permitiera bajar el vino», cuentan.

Después de tener el sitio, los dos amigos compraron «lo imprescindible » para empezar a hacer vino. Lo primero fueron unos depósitos de acero y unas barricas. Este año, el segundo que elaboran vino, han incorporado un sistema de control de temperatura. Para el final se ha dejado el diseño de las etiquetas, todavía sin pegar en las botellas.

Por el camino, y como para hacer vino la afición a veces no es suficiente, los dos bodegueros cursaron un master para afinar,aún siendo los más pequeños de la D.O. Toro.

Los responsables de Valdigal no tienen reparos en reconocer que la suya es una aventura peculiar. Conseguir el marchamo de la DO resulta algo extraño para una bodega con escasas pretensiones comerciales, pero encaja en la forma de pensar de sus propietarios. Si hay que hacer algo, hay que hacerlo bien, por eso afrontaron la burocracia necesaria para conseguir los permisos y situarse como una bodega más de la DO. Son los primeros en su género, pero eso no los quita el sueño y les hace felices lucir una contraetiqueta en las botellas de su capricho.

VALDIGAL

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