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Usuario Administrador: Charly
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Significado del color del vino blanco

Desde la incolora juventud hasta la intensa gama amarilla de los crianza

El sentido de la vista es normalmente el primero en percibir las características de un vino, concretamente el color del vino. A posteriori, son el olfato y el gusto los que se encargan de completar esta información para definir su personalidad.
 

El color de un vino blanco procede del escaso o nulo contacto, durante su fermentación, del mosto con las pieles de las uvas que contienen la pigmentación. Cabe destacar que el mosto, tanto el procedente de la uva blanca como el de la uva tinta, es incoloro. De hecho, existen algunos blancos y champagnes franceses elaborados con uvas tintas. Por otro lado, a cada vino le corresponde una coloración 'propia' de acuerdo con la cepa o viñedo que se haya empleado, y la edad que tenga el vino.
 
El vino blanco tiene varias etapas a lo largo de su vida que lo hacen cambiar, modifican sus características y lo conducen hasta su inevitable final. La frescura con la que nace no es la misma con la que da por terminados sus días.
 
Los vinos blancos jóvenes suelen tener un color amarillo pálido, practicamente transparente y su sabor intenso, ácido y con muchos matices. Los aromas frutales se aprecian con fuerza y denotan la frescura del conjunto.
 
Con el paso del tiempo los blancos suelen presentar amarillos más intensos, pajizos o dorados e incluso ámbar. Cuando el color de un blanco es amarillo oscuro, ocre, suele considerarse un blanco defectuoso u oxidado. Los aromas ya están integrados y se sitúan en segundo plano, complementando al sabor, con notas a fruta madura, pasificada o confitada.
 
Cuando los vinos blancos envejecen bien (10 años o más) -protegidos del aire-, en un medio antioxidante o reductor, tienden al color dorado viejo o incluso piel de cebolla, y comienzan a desaparecer las principales cualidades gustativas del vino. Pierde su acidez natural, el vino se vuelve plano y los aromas se desvanecen, haciéndose inclasificables (humo, tostados, plásticos, gasoil). En cambio, si el aislamiento no es lo bastante bueno, el oxigeno excesivo quema u oxida los taninos y hace que el color se oscurezca. La correcta conservación de las botellas de vino blanco pueden retrasar o acelerar este momento.
Hay ciertos vinos blancos, de zonas más frías, envejecen muy bien, mejoran de manera óptima a partir del segundo año, e incluso pueden superar con creces la cota de los 10 años.
 
Sea como fuere, siempre que un vino tenga una coloración que no corresponda a su cepa, denominación de origen y edad diremos que no es franco de su denominación de origen, y también que está desestructurado. En otras palabras, que no se trata de un vino de calidad. Por el contrario una correcta crianza de un vino blanco, además de ofrecer un vino de altísima calidad, presentará unos elegantes matices dorados, color oro brillante e incluso ámbar en los casos más añejos.
 
 
 

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